El síndrome de intestino o colon
irritable es un trastorno gastrointestinal crónico y repetitivo que se
caracteriza por dolor o malestar abdominal acompañado de alteración del hábito
intestinal (diarrea o estreñimiento). El dolor provocado por esta
patología puede ser aliviado por la defecación y está asociado con un cambio en
la frecuencia o consistencia de las heces (duras, blandas o líquidas), eliminación
de mucus junto con
las heces y sensación de distensión abdominal subjetiva u objetiva, acompañada
a menudo de meteorismo (eliminación de gases por el ano mediante ventosidades)
y aerofagia (deglución espasmódica de aire y posterior eructo). Se dice que
dichos síntomas deben estar presentes por al menos tres meses en forma continua
o recurrente para considerarse que se sufre de dicho síndrome.
Es una patología disconfortante que sin lugar a
duda afecta considerablemente la calidad de vida de los pacientes, ya que
perturba sus espacios cotidianos, como el laboral, social, sexual, actividades
domésticas y de ocio, deteriorando la calidad de vida y limitando el desempeño habitual
de quien la padece.
Este síndrome es uno de los diagnósticos más comunes en gastroenterología y aunque se considera una patología asociada a un grupo de trastornos de la función del colon, también hay estudios realizados que concluyen que hay bastantes factores desencadenantes asociados con la aparición de los síntomas: los cambios vitales, los conflictos laborales, las dificultades económicas o interpersonales, el consumo de ciertos alimentos, la ingesta de algunos fármacos, o incluso el abuso de sustancias psicoactivas, algunos factores hormonales, estados psicológicos como la ansiedad, el pánico, la depresión, el estrés, la frustración o la baja autoestima. Igualmente se ha descrito que son las mujeres en una relación de 3 a 1 las más propensas a sufrirlo con respecto a los hombres.
Conociendo lo anterior y teniendo en cuenta la alta incidencia de esta
patología en la población general, se han venido adelantando búsquedas de
tratamientos que ayuden a disminuir la sintomatología de disconfort y dolor abdominal asociados con cambios en
el hábito intestinal. Una de las principales recomendaciones es el cambio en la
dieta, evitando las comidas en exceso, las grasas, el café, el té, la lactosa y
otros. Otra de ellas es el consumo de fibra en la dieta con el fin de mejorar
la actividad del colon, lo que ayudaría a regularizar la defecación y con ello
la sintomatología asociada.
La fibra es un grupo de compuestos que nuestro aparato digestivo no puede digerir al no disponer de las enzimas necesarias para ello; resiste la digestión en el intestino delgado y experimenta una fermentación absoluta o parcial en el intestino grueso.
Tan solo una parte de la fibra que ingerimos es metabolizada por las enzimas de la microbiota intestinal (Formando compuestos químicos como gases y ácidos grasos), el resto pasa a través del tracto gastrointestinal y termina formando parte de las heces.
La fibra se encuentra únicamente en alimentos de origen vegetal, entre sus funciones fisiológicas principales encontramos la mejora de la composición bacteriana y la regulación del tránsito intestinal, la fijación de vitaminas y minerales como calcio, hierro, fósforo o magnesio, y el incremento de la sensación de saciedad.
Dependiendo de su solubilidad en agua, las podemos clasificar en fibra soluble y fibra insoluble.
Este síndrome es uno de los diagnósticos más comunes en gastroenterología y aunque se considera una patología asociada a un grupo de trastornos de la función del colon, también hay estudios realizados que concluyen que hay bastantes factores desencadenantes asociados con la aparición de los síntomas: los cambios vitales, los conflictos laborales, las dificultades económicas o interpersonales, el consumo de ciertos alimentos, la ingesta de algunos fármacos, o incluso el abuso de sustancias psicoactivas, algunos factores hormonales, estados psicológicos como la ansiedad, el pánico, la depresión, el estrés, la frustración o la baja autoestima. Igualmente se ha descrito que son las mujeres en una relación de 3 a 1 las más propensas a sufrirlo con respecto a los hombres.
La fibra es un grupo de compuestos que nuestro aparato digestivo no puede digerir al no disponer de las enzimas necesarias para ello; resiste la digestión en el intestino delgado y experimenta una fermentación absoluta o parcial en el intestino grueso.
Tan solo una parte de la fibra que ingerimos es metabolizada por las enzimas de la microbiota intestinal (Formando compuestos químicos como gases y ácidos grasos), el resto pasa a través del tracto gastrointestinal y termina formando parte de las heces.
La fibra se encuentra únicamente en alimentos de origen vegetal, entre sus funciones fisiológicas principales encontramos la mejora de la composición bacteriana y la regulación del tránsito intestinal, la fijación de vitaminas y minerales como calcio, hierro, fósforo o magnesio, y el incremento de la sensación de saciedad.
Dependiendo de su solubilidad en agua, las podemos clasificar en fibra soluble y fibra insoluble.
- Fibra soluble: Se disuelve en agua formando un gel que protege la mucosa digestiva; disminuye la absorción de azúcar (ayudando a estabilizar los niveles de glucosa en sangre) y de colesterol y triglicéridos (reduciendo la probabilidad de sufrir enfermedades cardiovasculares). Al hidratarse, este gel que se forma presiona las paredes intestinales a su paso, lo que estimula los movimientos peristálticos, es decir, el tránsito intestinal. Está presente en las frutas, cereales, las semillas, las verduras y hortalizas, los frutos secos, avena, nueces y cebada.
- Fibra insoluble: No se disuelve en agua sino que la absorbe y se hincha provocando que las heces circulen mejor a través del intestino grueso, además, ese aumento de volumen es el que genera sensación de saciedad. Es capaz de adherirse a algunas grasas malas para mejorar su expulsión. El tracto digestivo no tiene muchas bacterias capaces de degradar este tipo de fibra, por ello esta aumenta el volumen del bolo fecal que viaja más rápidamente por todo el intestino para su eliminación. Está presente en el salvado de trigo, los cereales integrales, el pan integral, los frutos secos, las verduras, los granos enteros integrales.
Funciones
de la fibra alimentaria:
- Absorción de agua que aumenta el volumen de las heces, haciéndolas más fluidas, facilitando su expulsión.
- Evita la diverticulosis (bolsas abultadas y pequeñas que se pueden formar en el revestimiento del sistema digestivo), ya que evita la excesiva presión de las heces en las paredes de los intestinos.
- Aumenta la sensación de saciedad, al hincharse con el aguja y no aporta calorías.
- Reduce los niveles de colesterol circulante, ya que la fibra soluble cubre las paredes del intestino evitando la absorción del colesterol de los alimentos.
- Tiene un posible efecto protector contra cáncer de colon.
- Reduce la posible aparición de diabetes al disminuir la velocidad de absorción de los hidratos de carbono de los alimentos ingeridos, evitando así que aumente bruscamente el azúcar en la sangre después de las comidas.
- Ayuda al incremento de bacterias intestinales que son muy beneficiosas para nuestro organismo.
¿La
fibra adelgaza? Por si sola, NO. Pero sí puede ayudar a perder peso, ya que
aporta muchos beneficios en la dieta, mejora el tránsito intestinal, disminuye
la absorción de azucares, se encuentra presente en muchas frutas y vegetales
que al consumirlos aportan bajas calorías.
Suplementos
de fibra:
Algunas
personas, a pesar de consumir alimentos ricos en fibra, continúan sufriendo
trastornos gastrointestinales que les impiden un correcto funcionamiento de su
sistema digestivo. Así mismo, hay personas de edades avanzadas, que por su
misma condición no pueden consumir alimentos que les aporten las cantidades necesarias
de fibra. Para estas personas se recomienda el consumo de suplementos de fibra
que les permitan mejorar su tránsito intestinal y con ello disminuir el
disconfort que las patologías asociadas al sistema digestivo ocasionan.
Hay muchos tipos
de suplementos de fibra disponibles: En polvo, cápsulas, pastillas o tabletas
masticables. Los suplementos de fibra más comunes son los que vienen en polvo y
pueden ser añadidos a las bebidas.
El ingrediente
de fibra se encuentra en la etiqueta de datos nutricionales del suplemento.
Algunos ingredientes más comunes que se encuentran en estos suplementos son:
- Dextrina de trigo.
- Inulina u Oligofructosa (fibra de la raíz de achicoria).
- Metilcelulosa.
- Goma de Guar hidrolizada.
- Psilio.
Los suplementos de fibra
pueden producir distensión abdominal y gases, en los primeros días de consumo,
por ello es importante iniciar con cantidades pequeñas e ir aumentando
paulatinamente su consumo. Igualmente consultar con un especialista si se
considera prudente.
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